Es un sacramento que confiere una gracia particular que une más íntimamente al cristiano a la pasión de Cristo, otorgándole fortaleza, paz, ánimo y también el perdón de los pecados si el cristiano no ha podido confesarse.
Se solicita a los sacerdotes de la Parroquia para recibirlo en el hogar o bien según las circunstancias en la propia iglesia. También en los hospitales se encuentra siempre un capellán disponible.
En el sexto Domingo de Pascua se celebra de modo comunitario en la Misa Parroquial.